jueves, 14 de octubre de 2010

LAS TUTELAS DE SODOMA


James Martínez Torres

He leído MAPA DE SAL, de Franklin Ordóñez y me parece descubrir huellas de otra poética familiar. Como si la voz lírica que despliega su imaginería se contemplara –narcisismo atormentado- en un espejo de pieles que destilan sudores parecidos, alientos, secreciones traicionadas. El mismo exilio con breves regresos en medio de un tráfico de cuerpos de muchachos esquivos, calores precarios y grandes ingratitudes. Esa palabra escribe la Biblia de la renunciación ; por buscar su igual se condena y acepta dibujar su “mapa de sal”, construyendo un paraíso maldito .

Venero tu cuerpo/ carne en la que Barrabás escribió el Evangelio

Pero solo remitirnos al texto nos salvará de la arbitrariedad. En general esta poética se expresa invariablemente en una micro-enunciación, que permite por su concisión concentrar indistintamente imagen, dato, concepto, tono y emoción. La retórica erudito-reflexiva, ampulosa o cuasibarroca, la desmesura y el desbordado aliento parecen no ir con esta poética homo. (Aunque hay salvedades si vemos más allá de la región, cfr. El viejo Hart Crane, El Puente). Es como si los hablantes inscritos en este margen hablaran sujetos a una tensión exasperante, como si –como sus criaturas- se detuvieran un instante a inscribir su amor o su verdad de fuego en las paredes de la catacumba o la espalda del amado ocasional.

Bendices mi noche./mis labios/ donde grabas tu nombre

Distingo cuatro partes que integran esta mini- estructura, sin pretender hallar en cada una sentidos unívocos : Piedra del paraíso, Rastros, Salarios y El Manto de Lot. Son palabras que inauguran e irrumpen en un espacio de enunciación donde el hablante apela a un otro presente y silencioso, en un rito que al ocurrir, produce un mundo: los verbos seducen la orden y la obediencia (Ven/ acércate.....; Guíame/ de tu mano el infierno sabe a parábola y viñedo; Venero tu cuerpo/ ...). El hablante construye un sistema poético desde un amor que destila auto humillación:

Con besos lavo tus pies/ aprendo el oficio de ramera

Acaso en este rasgo radique la ambivalente expresividad del amor homosexual : el sujeto de ese amor se anula, se entrega en la adoración de un cuerpo que-se-le-parece, y al hacerlo inaugura un narcisismo que da cabida, paradójicamente, a la contemplación y al sometimiento, a la posesión y a la abyecta miseria del amor apenas correspondido. El amor homo va por un borde difuso (creo), puede perderse el cuerpo adorado, se puede ir, y en esa precariedad se juntan la angustia, la doble intensidad de vivir el instante que después no será, generosidades y servidumbres. Será por eso (bolero cantado por Ma. Luisa Landín, letra de Consuelo Velásquez) que esta poética encuentra arduamente su belleza en una percepción huyente, casi ausente, donde la imagen se asoma apenas, en una plasticidad donde lo bello es el sentido desplazado, lo-no-dicho-que-se-intuye o adivina..

El poeta oficia y conjura el mundo con su palabra. En este solo acto reside su dignidad , su opción de trascender entre la mediocridad y el sinsentido. En Rastros, distingo episodios, apuntes, perspectivas. Aquí juegan los nombres y los símbolos de una antiguedad clásica (Adriano, Antinóo. Constantino, Alejandría, Pólux, Mitiline, Safo, Petronio, Zeus) donde el amor entre hombres era común –este referente parece ser un asidero, un apoyo enunciativo para recrear un mundo semejante, aunque su utilidad y riqueza pueden agotarse y devenir en un anacronismo de viñetas pintorescas- .

Otro elemento útil, rico en producción de imágenes y sentidos, es el intento de resemantizar los episodios de la Biblia que pueden ser tomados como emblemas de la trasgresión, el exilio, la maldición, la muerte y la resurrección: El poema Lázaro es representativo de tal proyecto, con recursos de ritmo y sintaxis que remiten al lento paso por lo oscuro de la muerte:

(Perforo la noche. La luz/ a tientas sigo voces. Huellas. (----).Navego en yodo y doy con dioses,/ beben veneno de mis manos (---) Oigo su voz ¡Levántate!/ es Jesús, espiga de saliva y barro(---))

ó

Loada la sangre que evoca / la cordura de Sodoma


Loada la noche cuando/ copulan dioses de azufre/


cuando el floripondio se endurece/ soñando con incienso


y altares/ Loada la muerte que tiene tus ojos y persigue


mi sombra.

Y más. David, Lot, Jericó. En La serpiente , hermoso poema breve, por su doble sugerencia intra y extra texto: el sujeto lírico extrae de su cuerpo el símbolo que se reencarna, del viejo pecado a la celebración y el milagro. Aquí –en todo el poemario.- se disfruta el vacío que anuncia sin nombrar las cosas. Para leer y asimilar sus connotaciones se necesita alguna experiencia previa: lecturas, pasos por lugares semejantes, algunas renuncias, expulsiones de innumerables paraísos, para comprender, aunque no se pueda compartir, el momento de ver a Sodoma quemándose por última vez, antes de huir a peregrinar por la noche de los tiempos hasta recalar en el siglo XXI, en el Sur de la república del Ecuador : Machala, Portovelo, Cuenca, etc.

Esta poética de MAPA DE SAL tiene el mismo formato de otra escritura, su ética y su estética (valores occidentales e ilustrados que repugnarían a los cuerpos capturados del poema) su enunciación de versos breves, su zarpazo de sentidos desplazados, su referencialidad que apela al mundo clásico, su quemante transgresión. Busco la razón o la pasión que explique una estructura interna y un decir tan semejante a Tabla de mareas y Ocúpate de la noche, de Roy Siguenza. Devoción o servidumbre o mundo compartido. La tutela se vuelve continuidad de lo-mismo-mismo. Y el círculo de cuerpos acezantes se estrecha y se cierra –lamentablemente- a menos que el tutor decida perdonar lo que ha perdido y aceptar al resto del mundo.


Machala, Septiembre 17 del 2001.

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