lunes, 6 de octubre de 2008

CELEBRANDO LA MUSICA DE SILBATO:

transiciones, fusiones y aficiones (I parte)

James Martínez Torres.


Machala tiene una religión (o varias). Entre la tradición campesina y orillera y la modernidad, sobrevive una nobleza. Aunque hay oídos sordos para las expresiones humanas, y a veces lo trivial y torpe triunfa. Por eso el poder local o nacional carece de grandeza. Pero la música nos llama. Durante los gloriosos 1984-85-86-87 y más, en el Teatro Municipal tomado por los trabajadores de la cultura y los utópicos de siempre, se cocinó -con ñeque y remezón- el cogollo de una cultura musical alternativa, contestataria, local, ingenua, insobornable y sin bandera.

A los acordes del El desaparecido, bramaba la barra desde las butacas olorosas a creolina y cucaracha, y bajo el vuelo raso de los murciélagos madrugadores -eran entre las ocho y las nueve- la carestía febrescorderista era más soportable y la emoción fluía. Barrios enteros asistían a celebrar una música nueva y familiar: repertorios de Inti Ilimami, Quilapayún, Jatari. Después, en casettes pirateados que hacían más fácil la magia, LA NUEVA TROVA.: intimidad subversiva, novelería para la clase media bananera y semi-culta Y ahí estaba el Grupo SILBATO, tocando todo eso, porque la música sin la emoción no es nada, y ahí también la gente, aplaudiendo y achicando, con el alma arrugada, enrarecida...

Ramiro Cruz, -siempre un bufón, un quijote, un alucinado de las notas musicales y de las otras- y Pirulo Ruiz - tradición lojana por las venas - y Gabucho Saltos –que pasó del comunismo al PRE-; y Miguel Aguilar que se fue a Italia; y Los Hnos. Rambay -pasilleros del estero-; y el pintor Enrique Madrid y antes Leonel Cueva: pichones de trovadores del salitre en la encrucijada de las migraciones: era el Grupo SILBATO. Flor de muchachada, supieron y quisieron construir una tradición musical al margen del hit-parade y la farándula. La sangre hervía al son de

córrele correlé córrela / correlé que te van a matar

... y en cierto modo ellos eran los perseguidos. Entre la espontaneidad amateur y la búsqueda de profesionalismo se sentía bullir una noción de identidad en busca de su rostro.

Luego de varias recaídas v crisis, renovando el repertorio, auto criticándose de cierto populismo folklorista, buscando una definición entre lo “urbano” popular y lo universal, SILBATO parece haber consolidado un nombre, una condición de grupo profesional. Ha conjugado instrumentos “puros” (básicamente quena y rondador, guitarra acústica, maracas, pandereta, bongó) con otros “modernos” (batería, guitarra acústica conectada al amplificador, bajo eléctrico, teclados) en la búsqueda de un lenguaje más abierto, accesos a propuestas que invadan otros repertorios: la balada rock, el bolero clásico y el son caribe, piezas de concierto, y -lo que parece ser la vía hacia una personalidad musical consolidada- los arreglos musicales con letras inéditas.

Y una cosa importante: SILBATO —sin entrar aún a juzgar calidades- ha ganado un reconocimiento colectivo no-oficial, como expresión cultural de una ciudad identificada apenas por la agroexportación bananera, lo cual denuncia cierta maduración de la vida social, un despertar de la sensibilidad colectiva expresado en un grupo cuya búsqueda expresiva lleva más de quince años.

CELEBRANDO LA MÚSICA DE SILBATO: TRANSICIONES, FUSIONES. AFICIONES (II PARTE)

Hay un desafío que perturba el logro de identidad musical de SILBATO: el acceso a un mercado que hace concesiones a la hora de comprar un sonido funcional al gusto del público: instrumentales standard, baladas, pasillos y boleros del recuerdo. He aquí la encrucijada: por un lado, la búsqueda del “éxito”, sustentado por la perfomance de excelentes músicos: además de Ramiro y Danilo, Carlos Humberto Maldonado -un guitarrista excelente, de tradición académica, flexible a diversos géneros, sensible-; Pepe Cabrera, tecladista joven e inquieto, que combina lo pop con lo semiclásico y es abierto a nuevas propuestas; Julio Lituma -baterista de orquesta para baile, cuya presencia en el grupo ya es anuncio de que en nuestra cultura mestiza las fusiones son posibles, porque las búsquedas vienen de diversos lados; el bongosero peruano PATATO aporte de la cultura afro-criolla a una propuesta musical de grandes posibilidades. Por otro lado, el trabajo de creación sustentado en la producción de letras y arreglos originales, frente a la tentación del aplauso en una plaza sin tradición cultural musical alternativa v pocos oídos atentos a nuevas experiencias.

Yo asistí al concierto de SILBA TO el Viernes 11 de Febrero en el auditorio de Predesur a las 21 hs y lo que escuché me provoca algunas reflexiones :

-Es un grupo integrado por músicos pertenecientes a tradiciones desiguales (académicas o empíricas, intuitivas o intelectuales) y esto se reflejó en el papel de cada uno a la hora de las ejecuciones. Parece que el grupo toca a un mismo tono, que falta MODULACIÓN DEL SONIDO. Como que tiene que respetarse el protagonismo de la voz o un instrumento (no hablo de solos) y que los otros juzguen el rol de acompañantes; me pareció - en algunas canciones- que todos sonaban al unísono, a un mismo volumen;

-Debe entenderse que la existencia de un estilo de grupo, no excluye las perfomances individuales: se trata de que cada músico no pierda su identidad personal en medio de la identidad colectiva. Por eso pienso que el sonido de SILBATO estará presenta tanto en el ENSAMBLE de los instrumentos -donde el arreglo será un elemento decisivo- cuanto en la convergencia de dos de ellos (el bajo y los teclados; la guitarra y la voz); o por Ej., un solo de batería que da paso a un coro, etc. En el estilo de un grupo musical, como en el fútbol, también hay lugar para las pequeñas sociedades;

-Será por eso que el concierto del 11 de febrero me pareció desigual, piezas que expresaban esa superposición de sonidos sin modulación, en medio de otras memorables, no se si por que el grupo asimiló el espíritu de la canción o por algunos solos brillantes de Carlos H. y Pepe C, (como en la Leyenda del beso o Czardas) o de Julio Lituma (en ese Jazz - swing de los bulliciosos 30’s ) o por la voz de Ramiro ( en el bolero Borrasca). Lo interesante es el impacto de una experiencia musical que se impone por la seducción de un repertorio que combina lo semi-clásico con standards de la música popular universal y la tradición del bolero con letras de poemas en registro de son caribe.

-Pero OJO: falta la mano que module un lenguaje musical perdurable en medio de la heterogeneidad de los instrumentos y los músicos: que respete la jerarquía o la perfomance oportuna de un sonido sobre los demás: falta el equilibrio entre la melodía que sorprende por su familiaridad al oído o su novedad, y la necesidad de educar musicalmente a un público ávido pero despistado que se conforma con lo conocido. Pero lo novedoso puede ser descartable como un vaso de plástico.
En fin, no se trata de conformar una suma de lo diverso (rondador + teclados, por EJ.) sino una síntesis musical creativa y si es con repertorio propio, mejor. Vamos ahí, profesores.

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