jueves, 14 de octubre de 2010

Conformista y resignado lector:

James Martínez Torres

De mi primera carta hasta hoy, las frutas de este árbol rugoso donde duermo se han movido que da miedo, pero no caen, púchica, no acaban de caer. Se movieron por el terremoto, el de natura, y también por el otro: el de la tregua, el de la puñalada por la espalda, el del alza del precio de la gasolina a favor de los damnificados.

Si de rabia cambié de color hasta casi parecerme a mi pariente el camaleón, con la misma rabia con que un puñado de hombres y mujeres desfilaron por este parque el día de la Huelga Nacional, (Claro que los dispersaron a punta de bomba lacrimógena, era tragicómico ver cómo el piquete de policías rodeó el mitin que se iniciaba y uno de ellos lanzó la primera -casi digo, piedra: mi catolicismo subconsciente es una plaga incurable- con la mano, a la orden de un oficial, como jugando, a tres metros de distancia, cuando la gente se amontonaba dándoles la espalda para escuchar un orador). Esa tarde lloré a la fuerza, el humo subió hasta mi morada y apenas observé los restos de la escaramuza, la dispersión de la gente, los gritos de una rebeldía que va tomando forma y peso, en este jardín donde el Aguador aun avanza cargando sus tarros llenos por la mísera barriada.

Y en medio de todo, ya llueve sobre mojado en la revista de creación y pensamiento cuyo jardín presido. Litros, kilómetros, leguas de letras sin descanso. Y vemos que no hemos separado la cáscara del grano, un poco de todo como en botica y a la hora del balance, no sé que mismo es lo que queda. Algún critico lector dirá: la plena. Pero no puedo callarme: ¿Cómo representar lo mas valioso del pensamiento y la expresión de una colectividad, no de sus vacas sagradas sino de sus anónimos y simples hombres y mujeres? ¿Cómo romper las conductas de círculo, la enfermedad social de ser siempre los mismos? ¿Con qué criterio precisar la calidad y pertinencia de un texto, una crónica, un poema? Propongo que nos borremos saludablemente para comenzar de nuevo.

Lanzo estas preguntas a todos los que han manejado el lugar común de “arte y cultura para el pueblo”, como si la gente no tuviera cuerpo y fuera muda, sin relacionar esta consigna subjetiva con las expresiones orales y escritas, manuales e intelectuales, bailables o cantables, de aquel puñado de seres que fueron dispersados por los gases el miércoles 25 de Marzo de 1987. Para los que ahí estuvieron y para los que no, pero tienen algo que decir, la doble página de este espacio de lecturas frescas se encuentra a su disposición. Para esto hay que deshacer y hacer de nuevo, para no crear otra burocracia. (Sin alusiones personales, por favor).

Hasta pronto,
La Iguana

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