jueves, 14 de octubre de 2010

ENRIQUE MADRID, BUSCADOR DE SU IDENTIDAD PLÁSTICA POR MIL CAMINOS

James Martínez Torres


Desacreditar la realidad ha sido la consigna de algunas corrientes de vanguardia del arte contemporáneo- En la pintura y el dibujo, Enrique Madrid se inscribe en esta perspectiva, haciendo gala de una audacia creativa y una vitalidad que dan sus frutos en un proceso con puertas en el aire y otras que se abren de repente, en instantes intensos o al mezclar los materiales.

La precoz racionalidad con que habla de los problemas de la creación plástica o de historia del Arte, no logra disimular el mundo de formas inéditas y fantasmas que bullen en su cabeza (¿en qué zona se cocinan? ¿cuál es la neurona del delirio?) y que se plasman en el lienzo, en el papel, en la madera, en cualquier superficie sólida que se le ponga por delante.

En este joven pintor zambo y miope, introvertido y culto, convergen las más diversas técnicas de trabajo: dibujo, pintura (óleos, acrílicos, acuarelas), grabado, collage, batik, serigrafía. Su búsqueda de materiales y texturas es incesante y de la tensión creadora y persistente de este proceso debe brotar y brota un mundo oscuro y luminoso, hiper-realista y figurativo, cuerpos imprevistos donde el azar se entromete con su alegre travesura.

Cuando en abril pudimos observar su muestra de trabajos, ‘Propuestas’, nos sorprendió la diversidad de temas, técnicas. lenguajes, y pensamos que era necesario una síntesis, optar por dos o tres caminos. Pero parece que la diversidad resulta en Enrique un signo de vitalidad y un modo de ser que debemos respetar a la espera de nuevas sorpresas, que es el lenguaje y la índole de la creación artística.

Hasta tanto, vaya Madrid por esa urbe de fantasmas feos, donde se pone a prueba nuestra noción de realidad; esa galería de seres de otros mundos (que están en éste) donde nos vemos retratados en verde y ocre.

El dibujo que acompaña esta nota es una muestra de ese tremendismo figurativo que constituye uno de los mil caminos por donde Enrique Madrid conforma su identidad. La pluma encuentra la forma (¿o será al revés?) pero la secuencia gráfica tiene un sentido, el personaje que se aproxima con los dientes listos, denuncia su intención de enseñarnos que la realidad no se acaba en el trayecto entre la casa y el trabajo. Los textos cortados horizontalmente nos vuelven cómplices de un juego en que la percepción rebasa sus alcances . Acaso detrás de ese personaje ominoso y lúgubre y el espacio negro que le envuelve, se aproxime un paisaje de colores vivos, con sol y árboles de copas alborotadas por el vuelo de los pájaros del monte.

(artículo publicado a inicios de 1987, en El Jardín de la Iguana, y tomado del libro LA PALABRA INTRUSA, de James Martínez Torres/2006)

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