jueves, 14 de octubre de 2010

LA PRECARIEDAD DE LOS CUERPOS Y EL DESEO INCESANTE

James Martínez Torres
(Lectura de Tabla de Mareas, de Roy Sigüenza)



Es aquí donde edifico mi reino:
En la orilla de tu cuerpo,

A su sombra dormida ato caballos al sueño
Y pongo el mar en la extensión que quiera.
R. S.

El poeta se exilió de la ciudad y se puso a levantar su jardín prohibido a la orilla de un mar huyente, con playas que se deshacen como azúcar impalpable: solo quedó un territorio con restos de cuerpos ardiendo. Ahí su palabra pudo fundar otra realidad regida por una ley universal de atracciones sorpresivas y semejanzas desesperadas, donde asoman su perfil de desolado azogue: el desarraigo como condición y destino; el deseo que arde y persigue un objeto huyente, arrepentido; la precariedad del instante que dejan una huella de cuerpos que el mar borra.

En TABLA DE MAREAS, el hablante ¿LIRICO? Del poema debe construir una autorreferencialidad radical, un mundo cerrado para poder decirlo todo: la figura marina preserva los cuerpos deseantes de la ley humana y el orden, la idea de ir embarcados implica y apela al lector que debe optar por la rutina de la tierra firme o el viaje marino como trasgresión, por eso los epígrafes, los nombres y referencias culturales intra – texto son pistas para un reconocimiento de ese mundo cerrado que se abre hacia otros planos de sentido: este mar de Tabla de mareas, puede transitarse a pie o con las manos, a condición de aceptar las leyes de una lógica a la que se accede por la vía del asombro.

Si el mar fuera sacudido como una tela
Si comenzara a hablar un día de estos
Es suave su risa por ahora
Su grafía se construye en la arena
Se borra.

El mar su paisaje debe ser leído como territorio de fuga, como imagen poética imposible, corporeizada, fundadora eje del discurso. Lo fluyente e inapresable coagulado en el momento de renunciar a todo por un momento de locura. El mar es otra cosa, manuable, un color de hormiga, un genero portátil que se esfuma, perecible. La noción de precariedad preside el texto poético, el mar escribe con los signos que somos es la voracidad que nos anula y lo imposible. El mar es un fósil despierto. Sin embargo.

/La palabra es esta adoración/
este cuerpo que se va haciendo
con urgencia detenida/
(nada calma al labio que besa (...)

Hay en Tabla de mareas una visión pagana, apasionada y casi autodestructiva ante el altar del deseo, de tanto derivar tras el cuerpo del otro y padecer – celebrar lo frágil del instante.

Un día ya no despertaremos
Con palabras (...) el sexo
Desvirtuará toda permanencia
Como una cortina corrida entre el
Cuerpo y su escapatoria.


Hablábamos de una serie de referencias estratextuales que nos dan pistas para leer este escenario y situar los elementos que dialogan y sostienen el juego de sentidos y sugerencias: Odiseo, Itaca, Penélope, Safo de Lesbos, Nubia, Edictos, bañistas, cenotafios, siglo IV a.c, son datos que refuerzan un referente grecolatino o clásico, útil a la lógica interna de una erótica que se constituye a contrapelo del mundo heterosexual, occidental, patriarcal, mercantil y cristiano. En este mismo sentido, aunque desde referentes contemporáneos, tenemos otros nombres desiguales de pintores cineastas y poetas que conforman esta escena: Munich, Rimbaud, Passolini, Auden.

Ahora, no es sólo una voz principal la que monopoliza y cancela la enunciación: existe una apertura a otras que a mi oído funcionan como contrapuntos vocales, que dramatizan esa representación de u destino, exilio o desarraigo:

El Excavador piensa que su búsqueda es el fuego: “La belleza pace en el agua de la noche

/como una mantarraya de azúcar.
Las manos hollan una ventana difícil
Un ojo que se pudre en el sueño”.

O también:

“El viaje no durará” – Dice tranquilo El Timonel.

O el largo parlamento de Tim, el Bebedor, que llora “como si fuera una niña estropeada por su madre”, o Viana, La Estremecida, que dice:

“Mañana no iré, ahí está el olvido /

(...) Mi hombre soy yo, eso me vasta”.

Octavio Paz, en El Arco y La Lira, nos dice a propósito de la imagen poética que:

“Lejos de agrandarse, la distancia entre la palabra y la cosa se acorta o desaparece del todo: el nombre y lo nombrado son ya lo mismo (...) Mas no se produce el sin sentido o el contrasentido sino algo que es indecible o inexplicable excepto por sí mismo ... El sentido de la imagen es la imagen es la imagen misma” (O. Paz. El Arco y la Lira, FCE, México, 1973, pag. 112).

Hay en Tabla de Mareas un catálogo de imágenes que generan una ardua producción de sentidos y hacen vacilar felizmente el logos racional, positivista o dialéctico. Es en este nivel del texto poético donde radica su mérito sumo y su contemporaneidad saludable.

El mar es un fósil despierto (...) p. 10
Pide el mar / denme un cuerpo en que morir (15)
El mar es un disco rayado, una falsa alarma / (...)
El cielo es la foto de mi amado de espaldas ... (21)
La sangre es una mano que cae (23)
Allá que el ruido incendie la granja de cría de/
Cerdos de la luna – ese bebé enfermo – (29)

El lado más ávido, más desamado
- la cabeza resbala – (35)

Acaso podamos condescender con la idea de que estas imágenes se construyan entre un crujir de dientes, bajo largas tensiones y batallas interiores. Es una disidencia desde el acto de nombrar las cosas, o mejor un desacuerdo radical entre el atributo y la cosa nombrada. Esta operación enunciativa, de matiz surrealista, que el mismo Paz caracteriza al decir que:
La misión del poeta consiste en atraer esa fuerza poética y convertirse en un cable de alta tensión que permita la descarga de imágenes (...): es algo que nos asalta apenas la conciencia cabecea, algo que irrumpe por una puerta que solo se abre cuando se cierran las de vigilia. (O.P. id, p. 172).

A nivel lexical tenemos otro índice de palabras reveladoras: noche/ animal/ piedra/ cuerpo/ fuego/ mano/: objetos primarios que cohabitan en la escena del instinto.

Tenemos la presencia de la sangre como componente poético animado-corporeizado con exacerbada obsesión.

(Que taponen la boca de la sangre) (21)
Repta la sangre? (18)
Amor puso su sangre en el agua (59)

La sangre es una mano que cae (23)
La noche trae la sangre (19)

En fin hay en Tabla de mareas una atmósfera de devastación y ruina, un fluir de líquidos y secreciones, una conciencia de éxodo o exilio, que se resuelve en un propósito utópico de construir conjuntamente con sus otros, la arcadia posible de un mundo restituible “donde la pasión no discriminaba los sexos: sólo ardía” acaso esa conciencia de desarraigamiento y persecución, consolada en eternos instantes inapresables, resuelta en texto poético, contribuya a universalizar un lenguaje corporal que busca sus raíces, multiplicarse en semejanzas que aguardan al hablante un carnaval dionisiaco en medio de la cotidianidad y ser conocido y celebrado, aunque para eso haya que escuchar el consejo del texto cuando nos dice:

Cúbrete en el polvo,
Y cría tus aves en la llanura de la ambición;
Pero no dejes caer la piedra del origen
Quizá la mañana ponga sus manos humedecidas
De luz sobre tu rostro y aclare su máscara.

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